- ¿Qué hiciste? -Pregunté con esa cautela mía.-
- Desvelar la verdad.
- ¿Qué verdad? -La miré y me di la vuelta.- A veces la verdad duele, ¿sabías? La verdad a veces no es adecuada. La verdad puede llegar a ser una mentira. La verdad es absurda. -La miré fascinada.- Y más cuando la dices tú. La persona que miente hasta cuando ama.
- Te tendrías que sentir orgullosa.
- ¿Orgullosa? ¿Orgullosa me estás diciendo?
- Algunas veces la vida te da caminos. -Apoyó su mano en mi hombro. Sus pies aún reposaban de cunclillas.- Caminos, puedes seguir los pasos que ya están clavados en el suelo o ir por tu cuenta y arriesgarte. Tú has escogido seguir esos pasos. -Suspiró.- Pero yo no. Me he arriesgado. He tenido una oportunidad y no he dudado. Soy así... porque nadie más lo es. Porque yo no aprendí de unos pequeños pasos que te pueden llegar a matar. Yo he ido por mi cuenta. Y no me arrepiento. Por eso... creo que la inocente y pequeña tonta esta vez no soy yo.
- ¿No te has dado la cuenta?
- ¿De qué?
- De que esos pasos a los que seguí... no fueron unos cualquiera... fueron unos únicos. Unos que jamás esperarías. Unos... unos de una persona que realmente quiero. -La miré, su cara cada vez me parecía más bonita.- Seguí tus pasos. Los pasos de esa pequeña estúpida.