A palabras necias, oídos sordos.

A palabras necias, oídos sordos.

Mis Complicaciones Favoritas

A world so hateful some would rather die than be who they are

24.7.11

Third play.

Llegué a casa agotada. Suspiré. Encendí mi ordenador y sonreí. Sabía que me tocaría editar las fotos para luego subirlas. Comencé a seleccionar una que otra foto, ya que no subiría todas, mi ex novio se había aficionado a mi cámara, desde luego. Mordí mi labio inferior al ver varias fotos de unos ojos azules a lo lejos. Mi amigo le había sacado varias fotos y yo a ellos dos juntos. Las edité sin cambiarlas demasiado y las subí esperando ansiosamente a etiquetar.
Chasqueé la lengua en cuanto me di cuenta de la ausencia de su nombre en mi cabeza y, sobre todo, en mi cuenta. No lo tenía agregado. Mordí mi labio inferior levemente y etiqueté a mi amigo, el cual lo etiquetó.
Minutos después vi una petición de amistad. Sonreí, me encantaba pensar antes quién podría ser. Y vi un nombre desconocido. Fruncí el ceño y entré en su cuenta. El corazón me bombeó rápido. ¡Qué guapo estaba en su foto de perfil!
Presumí de amigo cuando le enseñé una foto a una amiga mía, con la cual parloteaba por el chat de la página. Ella me dio la razón, el chico de los ojos azules estaba como un queso.
No sabía el por qué pero me había quedado media hora ahí, mirando sus fotos. Lo segundo que vi, y recordaré fue su espacio personal. En él, un pequeño felicidades, de título, más abajo una foto de dos chicos, uno era él. ,Y abajo, algo que hizo mi corazón palpitar rápido, un te quiero claro y preciso.
Me sorprendí y suspiré. Era todo lo contrario a lo que había pensado.
Y seguí dándole a siguiente y a siguiente.
Y supe que estaba enamorada –exagerando- de un chico de unos ojos azules.
Era romántico y, sobre todo, lo que más ilusión me hizo, fue que escribía con las tildes y ortografía correctas. Era tierno y sumiso. Un chico con verdaderos sentimientos, claro y mimoso. Y recordé su voz aguda. Reí.
Y, se me paralizó el corazón en una foto. Era su hermana. Teníamos algo en común. Y me resultaba realmente excitante.
¿Lo más importante de nuestras vidas? Nuestra hermana pequeña.
MIS COMPLICACIONES FAVORITAS

Second play.

Mi mirada estaba perdida en el campo. A mi espalda descansaba mi cámara nueva, presumiendo con su nombre marcado en la mochila. Sonreí al divisar a un montón de chicos haciendo trucos con sus bicicletas. Y pensé, por un breve instante, que me gustaría hacer aquello. Suspiré y miré a mi amigo que, también con una sonrisa, me acompañaba en un compás paseando por aquella cuesta de pequeñas piedras.
Agaché mi mirada al ver a mi ex novio cerca de la fuente, tan solo suspiré. Este levantó sus leves ojos color miel del agua que empapaba sus grandes labios y saludó a mi amigo sin ninguna expresión en la cara y, entonces, frunció el ceño, mirándome de lado y, por primera vez en mucho tiempo, lo vi sonreír. Aquella sonrisa que me había vuelto loca por muchísimos meses estaba en frente de mí y aún no me había desmayado. Entonces, le respondí esa sonrisa besando su mejilla, pensando que había sido tan cerca de sus labios. Y él se acercó a mí plantando otro beso en mi mejilla, esta vez un poco más lejos.
Tan pronto nos separamos descansé en un banco junto a mi amigo, viendo alegremente los pequeños saltos que hacían con las famosas... BMX.
Así, de pronto, abrí mi mochila para sacar el móvil y ver la hora, estaba levemente aburrida y, sinceramente, nerviosa. Y, en un bolsillo interior de mi mochila, sorprendida, acaricié el tabaco de mi prima. Sonreí sin miramientos y sentí una mirada punzante sobre mí. A mi lado, mi amigo me miraba seriamente.

—Es de mi prima.

Lo dije sencillo, con una lentitud sumamente impresionante, con una calma sorprendente, y sonreí, no se lo creía. Sabe que yo no fumo, bueno, sabe que yo no fumo habitualmente.
Me relajé en el banco. Sonreí por inercia. No sabía el qué, pero algo ocurriría.
Y tan pronto alejé ese pensamiento de mi cabeza, mi amigo miró a su derecha a coro de que mi ex novio gritó un mote a los cuatro vientos mirando para el mismo sitio.
Instantáneamente miré al mismo sitio. Unos ojos azules abrieron espacio en mi cabeza para adentrarse en los recuerdos.
No me salía nada, lo había visto en alguna parte, en alguna parte había visto aquella cara simpática, pero no con una sonrisa como la que tenía ahora.
Simplemente me relajé en el banco, esperando una respuesta. No la conseguí.
Y, agotado de venir pedaleando, dejó su bicicleta en el suelo y saludó a todo el mundo.
Se me quedó mirando y pronunció un suave: Hola, levantando la cabeza y dándome una sonrisa. Tan solo suspiré y le respondí el saludo, dejé un hueco en el banco y se sentó allí, meneando sus ojos por todos lados, mirando a sus amigos parlotear.
Tenía pinta de rebelde, de un chico con una simple gorra azul que va de chico malo, de chico que se atreve a decirte las cosas a la cara, de un chico nada romántico, de un chico que jamás dice te quiero, de un chico que no se relaciona con las chicas.
Y, entonces, una llamada entró en escena, el móvil de alguien sonaba. Mi ex novio, nervioso, dijo que era su móvil.
El niño de los ojos azules -del cual no me acordaba de su mote en ese momento- descolgó el teléfono y habló. Su aguda voz, era alucinante lo aguda que tenía la voz. Fruncí el ceño en cuanto comenzó a hablar, trataba bastante mal a la que estaba al otro lado del teléfono, y le llamaba enana con un descaro impresionante. Lo que yo decía, chico sin sentimientos.
Oí como colgaba la llamada y la risa falsa de mi ex novio vagaba por mi alrededor, lo conocía tanto a ese cabrón. Lo quería y mucho, pero no de la forma que antes lo hacía.
Abrí mi mochila y mi ex novio se asomó por ella, con toda la confianza del mundo, así era él: confiado y atrevido, sin miedo a lo que piensen los demás, él mismo.

—¿Es una cámara?—Dijo con voz de sorprendido.

Solo asentí con una sonrisa, apreciaba mi cámara demasiado y estaba orgullosa de enseñarla. Él me pidió permiso con la mirada, sí, lo conocía demasiado. Le monté las piezas que necesitaba y, él, feliz, marchó con mi cámara en sus manos a hacer fotos. Iba a abrir la boca pero él se giró.

—Ya sé, el cordoncito.

Y, aunque esta vez no fuera un pequeño cordón, se ató la cuerda por detrás de su cuello y guiñó un ojo para poder hacer la foto a varios bikers que hacían varias figuras por los alrededores.

—Joder, esas cámaras cuestan un pastón, ¿cuánto te costó? —Y miré para la boca de dónde provenía esa voz aguda.

—Setecientos, casi.

—¡Mimá!—Gritó agudo.— ¿Eres rica o algo? Te sobra el dinero, ¿no?

Y reí negando con la cabeza, nuestros acompañantes también me miraban sorprendidos.

—¿Puedo?—Y, con una sola mirada, señaló mi mochila. Asentí levemente.— ¡Joder! ¡Aquí hay más cachivache!

Su voz aguda me hacía reír e investigó dentro de mi mochila. Luego cogió un papel y leyó, lo volvió a meter y me devolvió la mochila con una sonrisa. Tan pronto se hizo el silencio, él hizo una mueca y frunció el ceño a continuación. Yo tan solo me dedicaba a observar a los demás. Él comenzó relatando que su madre quería echarlo de casa, pero lo dijo con una voz tan simpática rematándolo con un: Está loca; que parecía que no se lo tomaba en serio y, fue entonces, cuando eché todo el aire que se me había guardado ante el susto. "Podrías quedarte en mi casa, guapo", y reí ante mi pensamiento.
Joder, me sonaba tanto este chico.
Mi ex novio volvió con la cámara en sus manos y una sonrisa en su boca, me entregó la cámara con suma delicadeza y yo le respondí a su hermosa sonrisa, la tenía igual de preciosa que la primera vez que la vi.

—¡Ey, ¿me la dejas?!—Esa voz chillona y aguda de nuevo.

Le sonreí y se la entregué, le recordé que se pusiera la cuerda al rededor del cuello y me hizo caso. Ya no me molestaba tanto esa voz aguda. Comenzó a hacer fotos y, en cuanto la cámara me apuntó, me sonrojé. Sentí su sonrisa detrás de la cámara y salió la foto.
Al cabo de un rato, se sentó en el medio de mi amigo y yo -y quizás le doy demasiada importancia ahora al chico de los ojos azules que cuando estaba pasando todo esto- y me entregó la cámara.
Todos estábamos de charlas y hasta incluso me hacía fotos con mi amigo, tantas y tantas fotos.
El de los ojos azules -mierda de memoria tenía para su mote, porque ni me habían dicho su nombre- hablaba de algo de lo cual no me acuerdo y me miró.

—Tengo doce años.—Me dijo. Asentí sin creerle.

Qué va, tenía más, confirmó al cabo de unos minutos, una edad la cual no recuerdo ahora mismo. Pero sí cercana a la mía.
Me di cuenta que desde que llegó, no había tocado su bici, la cual estaba tirada en el suelo, adornando el parque como un simple decorado, a pesar de que su amigo, uno de gafas del cual tampoco ni sabía su mote, ni me lo habían dicho ni mencionado, le había hasta suplicado de ir a montar un poco. ¿Dependía de él o qué?
¿Por qué no montaba? Y estrujé mi cerebro buscando algo que me pudiera dar a entender, ¿o simplemente no le apetecía? Busqué alguna lesión y, allí, en toda la canilla, me vino el recuerdo. Había una grande cicatriz que comenzaba en su rodilla, y fue un leve flashback lo que ocurrió en mi cabeza. El chico de la voz aguda, sonrisa bonita, ojos azules y una herida sangrando a montones. Era él. De eso ya hacía medio mes o quizás algo más.
Miré la hora y tragué saliva, llegaría tarde. Mi amigo se despidió de todo el mundo y yo simplemente me levanté.

—¡Ey, tú! ¿No te despides?—Y miré a mi ex novio, con unos ojos enormes, y las pupilas dilatadas. Estaba ciego. El porro ya no residía en sus dedos.

Me acerqué y estampé un sonoro beso en su mejilla que de nuevo, casi fue un vergonzoso pico. Él se dedicó a darme un leve mordisco. ¡Qué romántico, ¿verdad?!
Di media vuelta pero una voz agua interrumpió mi andar.

—¡Yo también quiero!—Miré hacia atrás y una sonrisa se cruzó en mi mirada.

Me acerqué a los ojos azules y dejé un simple beso en la mejilla derecha del chico. Él imitó mi actuar y sonreí cuando sus labios dieron una breve caricia a mi mejilla.

—¿Vuelves?—Escuché a un pequeño decir. Negué con la cabeza.

—Él también quiere dos besos.—Dijo uno.

Me acerqué y le di dos besos. Caminé y eché una última mirada a todos los de allí. Me apegué a mi amigo y suspiré riéndome.
Esta era solo la segunda parte de una historia que no sabía si continuaría o, tan siquiera, si tendría final.




 

MIS COMPLICACIONES FAVORITAS.